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Atlántica, 1980-1986

Atlántica, 1980-1986

Ficha

Fechas: 
15 noviembre 2002 - 30 marzo 2003
Lugar: 
Primera Planta y Espazo Anexo
Horario: 
De martes a domingo (festivos incluidos): de 11:00h a 20:00h. Viernes de 11:00h a 23:00h.
Producción: 
MARCO, Museo de Arte Contemporánea de Vigo
Comisariado: 
Xosé Antón Castro

Obras en exposición

Pinturas: 75
Esculturas: 15
Instalaciones: 4
Obras de documentación en Espacio Anexo: 150

 

Síntesis del proyecto

En España la transición democrática y sus consecuentes cambios socio-políticos trajeron consigo una efervescencia creativa poco común en todos los ámbitos de la cultura: artes plásticas, teatro, música, arquitectura, audiovisuales, literatura, poesía, cómic, diseño, moda, etc. Fueron tiempos de frenética actividad política y cultural que modificaron profunda y definitivamente los hábitos sociales de los españoles, alcanzándose unas cotas de consumo cultural no conocidas hasta la fecha.

La ciudad de Vigo no se mantuvo ajena a este proceso, manifestándose como una de las urbes más activas y creativas del estado. En el año 1980, tuvo lugar un evento que se enmarcó en este contexto: el nacimiento de ATLÁNTICA, un colectivo de artistas e intelectuales unidos por una voluntad común de renovación, que trabajaban con un enfoque creativo radicalmente innovador e integrador con el resto del mundo, cuyas obras lograron trascender a escala española e internacional.

Las cinco exposiciones de ATLÁNTICA no fueron un hecho aislado en el ambiente transformador que se respiraba en Vigo en aquellos años. Por ello, la muestra fue planteada desde un principio como un campo de investigación multidisciplinar, que abarca el periodo de 1978 a 1986, que incluye también la creación viguesa en otros ámbitos como la música, poesía, edición gráfica, videocreación, performance, teatro, etc.

Por ello, la propuesta expositiva se ha estructurado en tres ámbitos distintos: +una exposición de artes plásticas en la planta primera del museo, una muestra de documentación, instalada en el Espacio Anexo, y un catálogo exhaustivo de más de 600 páginas. Este triple enfoque era una condición sine qua non del proyecto original, aunque la muestra de documentación fue ganando cuerpo a medida que avanzaban las investigaciones de archivos privados en domicilios particulares de Galicia y Madrid. Tanto es así que aquellos documentos que no caben en los espacios designados para las exposiciones estarán a disposición de los investigadores en la biblioteca del centro.

Se ha realizado un montaje secuenciado en torno a determinadas poéticas, muchas veces personales o de afecto, pero, sobre todo, centradas en la especificidad de los lenguajes y del propio espacio, sin descuidar un sentido simbólico que hemos querido reforzar en el recorrido. Ello explica que la primera sala esté dedicada al núcleo fundador –Guillermo Monroy, Antón Patiño, Menchu Lamas y Ánxel Huete- , punto de partida de un discurso estético basado en la complejidad y en la convivencia de situaciones. A él sucede un espacio-homenaje a aquellos artistas de Atlántica ya fallecidos: Reimundo Patiño, José Lodeiro, Mon Vasco, Rafael Baixeras y Francisco Mantecón. Un espacio- camino que da paso a otra nueva sala, vinculada, generacional y estéticamente, al grupo de artistas fundadores: Antón Lamazares, Manuel Moldes, Francisco Leiro, José Freixanes y Xesús Vázquez. Aprovechándonos de su fragmentación, hemos reforzado la individualidad del espacio para que la obra de los diferentes artistas conviva con las menores interferencias posibles, aunque, eso sí, sin dejar de lado los diálogos necesarios, como sucede en los casos de Manuel Facal o Xaime Cabanas y en el despliegue longitudinal de algunas salas: Manuel Ruibal, Antón Goyanes, Ignacio Basallo, Luis Borrajo y Silverio Rivas, confrontando situacones divergentes. La última sala, la perimetral, que cierra el recorrido recoge, de manera individual, las obras de Xavier Correa, Alberto Datas, Armando Guerra y Manuel Quintana.

Si bien es cierto que en ATLÁNTICA participaron otros artistas invitados a algunas de sus cinco exposiciones, la selección se ha hecho atendiendo a los que en la actualidad han consolidado una idea de proyecto que consagra las viejas pesquisas de aquellos primeros ochenta. Algunos —muy pocos— se han quedado en el camino, y aunque su participación en el colectivo no se pueda desechar, su mención se limita al extenso catálogo que documenta la historia de ATLÁNTICA.

Esta extensa publicación, cumple dos funciones en una: recopilar las obras de la exposición y servir de soporte para mostrar al público los variados y valiosos documentos (fotografías personales, postales, artículos de prensa, invitaciones a conciertos o a exposiciones, carteles, revistas...) rescatados de archivos privados.

Necesariamente la investigación se extendió a un campo de la creación viguesa tan genuino y trascendente como la música, dado que muchas de las canciones de Siniestro Total, Golpes Bajos, Os Resentidos o Aerolíneas Federales (o el grupo de poesía “Rompente”, liderado por el polifacético Antón Reixa) forman parte del imaginario colectivo de todos los españoles que vivieron aquellos “movidos años 80”. Por ello, paralelamente, MARCO ha editado un disco donde se pueden escuchar en continuidad (en el Espacio Anexo) los temas más significativos de aquellos años seleccionados por Julián Hernández (Siniestro Total), Gonzalo López (Directivo de BMG) y Antón Reixa (Os Resentidos).

Artistas

    Alberto Datas
    Antón Goyanes
    Antón Lamazares
    Antón Patiño
    Ánxel Huete
    Armando Guerra
    Correa Corredoira
    Francisco Leiro
    Francisco Mantecón
    Guillermo Monroy
    Ignacio Basallo
    José Freixanes
    José Lodeiro
    Luis Borrajo
    Manuel Facal
    Manuel Moldes
    Manuel Ruibal
    Menchu Lamas
    Mon Vasco
    Quintana Martelo
    Rafael Baixeras
    Reimundo Patiño
    Silverio Rivas
    Xaime Cabanas
    Xesús Vázquez

Texto curatorial

“A veintidós años de 1980, año fronterizo y arranque de una cronología precisa donde confluyeron cambios fundamentales en el dominio de las artes visuales, podemos tener una visión madura y ajustada de la realidad en la que surgió, en Galicia, el colectivo ATLÁNTICA. Es el mismo contexto internacional el que puede posibilitar un análisis válido de los artistas que construyeron ese núcleo que consolidó la modernización del arte en Galicia en el seno de lo que se ha llamado posmodernidad, al mismo tiempo que surgían en Europa los modelos estéticos de más interés –piénsese en los neuen wilden alemanes o en los transvanguardistas italianos, tan nacionalistas en su momento- como respuesta a la crisis de referencias, después del linealismo de las vanguardias que finiquitaron al término de los setenta. Sin embargo, hoy sabemos que ATLÁNTICA fue más que un grupo: se convirtió ya entonces en un clima, una confluencia de circunstancias en la atmósfera cultural y vital de aquella Galicia que abandonaba sus secuelas ruralizadas para cruzar el postfranquismo inmediato al margen del reduccionismo enxebrista y nacionalista que caracterizó su aislamiento real de los circuitos. Sea como fuere, el atlantismo devino una filosofía y un estilo de hacer arte, moda, diseño, música, literatura…, en definitiva, un concepto estético implicado en la vida que traspasó los límites y las intenciones del grupo que se dio a conocer un día del verano de 1980 en el pueblo marinero de Bayona, símbolo por antonomasia del retorno del primer viaje atlántico del Colón que acababa de descubrir América. En esa atmósfera existencial que irradiaba en la Galicia del primer lustro de la década de los ochenta, más allá del grupo fundador, el atlantismo venía a ser el sello identificador del nuevo arte de este Noroeste que trataba de reforzar sus señas estéticas en consonancia con las preocupaciones del retorno a Europa, preocupaciones que implicaban la revisita de los lenguajes precedentes de determinados vanguardismos históricos –especialmente los de corte expresionista, por la vía de las tradiciones nacionales, según los países- y una voluntad manifiesta de integrarse en el mundo. Antón Patiño, Menchu Lamas, Guillermo Monroy y Ánxel Huete formarían el núcleo inicial de aquel grupo, que contó, desde el principio, con el apoyo y la complicidad de Román Pereiro, impulsor y coleccionista de arte. Los cinco decidieron dar vida a ATLÁNTICA en Vigo, en 1980, un año sintomático por lo que suponía acudir puntualmente a la cita simbólica donde comenzaban a gestarse los nuevos y grandes acontecimientos en Europa, en forma de macroexposiciones de tesis.

El proyecto ATLÁNTICA, heterogéneo si cabe -por la dificultad de conjuntar los lenguajes y los conceptos tan divergentes de los numerosos artistas, pintores, escultores y arquitectos que participaron en sus exposiciones- venía a afirmar o a reivindicar igualmente las señas diferenciadoras de un arte que, como el gallego, tenía una compleja historia anterior de vinculación a una conciencia ferreamente nacionalista. Sin embargo, frente al continuismo, falto de autocrítíca, de fáciles halagos locales y temas reiterados, evocadores de la tierra arcádica y costumbrista, la filosofia esencial del atlantismo fue una respuesta contundente, poniendo de manifiesto la ineludible voluntad de incrustarse en la Europa que estaba imponiendo su conciencia estética al mundo, a la par que una urgente recuperación de las mitologías propias.

Como ideario colectivo y estratégico, corpus teórico y pragmático de la Galicia que renacía de las cenizas de infértiles décadas anteriores, ATLÁNTICA coincidía con diferentes exposiciones españolas (Otras figuraciones, en 1981, Salones de los 16 o de Tardor, además de las celebradas en las distintas autonomías) que comenzaron a sentar las bases de un internacionalismo que jamás había existido con credibilidad en el arte gallego anterior. Como tampoco es de extrañar que los más significativos de sus protagonistas formasen habitualmente parte de las muestras colectivas españolas de la década. Cinco exposiciones, entre 1980 y 1983-, avalan la consideración del núcleo, algunos de cuyos protagonistas, aún en la actualidad, constituyen lo más referencial a la hora de hacer una evaluación seria del arte gallego. Nadie duda de que el colectivo, o al menos lo más interesante del mismo, llegó a ser el recuperador del proyecto perdido con la Guerra Civil del 36, cuando se trataba de consolidar el primer ideal de vanguardia, merced al trabajo artístico de los considerados Renovadores. Los protagonistas más significativos del atlantismo indagan en la expresión estética y antropológica de la Galicia tradicional, en su pasado peculiar, de ahí las referencias al mundo prehistórico de la piedra esculpida como relieve, petroglifo, estela o idolillo, al románico y al barroco, al arte popular y al expresionismo de los canteros o del vanguardismo histórico, a la literatura imaginada en clave de humor, como paisaje seductor e individualista. Y hay artistas que se dejan impregnar conscientemente por la naturaleza marítimo-rural que delata formas, contenidos y conceptos liberados de los tópicos y se sienten atraídos por la idea de especificidad que se imponía en la Europa del retorno a sus identidades artísticas nacionales.

El cambio de espíritu estético en la mitad de los ochenta, claro a partir de 1986 y manifiesto por vía oficial en la Documenta de Kassel-8 de 1987, llevaría implícito el agotamiento o el desgaste de las imágenes expresionistas y el liderazgo de la pintura, de las referencias antropológicas nacionales y el abandono por parte del circuito galerístico internacional y de las macromuestras europeas de los principios que definieron el renacer de las lecturas históricas. Las nuevas alternativas vendrían de los pasados más recientes, de las inconclusas neovanguardias y experiencias de los sesenta en forma de revisiones minimalistas y conceptuales, donde el diseño, el objeto y la aspiración a la totalidad integradora del arte en un espacio específico sustituirían a los lenguajes más tradicionales, dejando de lado la mitología de Picasso y de Matisse -como modelos protectores de los primeros ochenta- en beneficio del nuevo gurú, Marcel Duchamp. Esta situación se reflejaría, en Galicia, con las nuevas estrategias de lo que podríamos llamar posatlantismo, posición estética que rompe con la idea de colectivo, a fin de reafirmar el valor de la individualidad y un internacionalismo que se superpone a la conciencia exclusivista de la especificidad antropológica, fenómeno de los primeros eighties y que hoy avalaría la imposibilidad de ATLÁNTICA ante los nuevos retos. Pero ya sería otra historia del arte –la más reciente- bien diferente a ésta que hemos querido contar aquí, enmarcada en una doble fecha: 1980-1983, los años de las cinco exposiciones de Atlántica, y 1980-1986, los que enmarcan la atmósfera estética singular que hemos pretendido definir, aquélla que creía aún en una historia del arte de géneros diferenciados en los lenguajes artísticos y hablaba de pintores y de escultores, frente a la que posteriormente se diluirá al amparo de la obra de arte en su amplitud de cajón de sastre, como aluvión donde se podrán dar cita los enésimos herederos de Duchamp o de un renovado “faire n’importe quoi”.

Se ha realizado un montaje secuenciado en torno a determinadas poéticas, muchas veces personales o de afecto, pero, sobre todo, centradas en la especificidad de los lenguajes y del propio espacio, sin descuidar un sentido simbólico que hemos querido reforzar en el recorrido. Ello explica que la primera sala esté dedicada al núcleo fundador –Guillermo Monroy, Antón Patiño, Menchu Lamas y Ánxel Huete- , punto de partida de un discurso estético basado en la complejidad y en la convivencia de situaciones. A él sucede un espacio-homenaje a aquellos artistas de Atlántica ya fallecidos: Reimundo Patiño, José Lodeiro, Mon Vasco, Rafael Baixeras y Francisco Mantecón. Un espacio- camino que da paso a otra nueva sala, vinculada, generacional y estéticamente, al grupo de artistas fundadores: Antón Lamazares, Manuel Moldes, Francisco Leiro, José Freixanes y Xesús Vázquez. Aprovechándonos de su fragmentación, hemos reforzado la individualidad del espacio para que la obra de los diferentes artistas conviva con las menores interferencias posibles, aunque, eso sí, sin dejar de lado los diálogos necesarios, como sucede en los casos de Manuel Facal o Xaime Cabanas y en el despliegue longitudinal de algunas salas: Manuel Ruibal, Antón Goyanes, Ignacio Basallo, Luis Borrajo y Silverio Rivas, confrontando situaciones divergentes. La última sala, la perimetral, que cierra el recorrido recoge, de manera individual, las obras de Alberto Datas, Manuel Quintana, Xavier Correa y Armando Guerra.

Si bien es cierto que en ATLÁNTICA participaron otros artistas invitados a algunas de sus cinco exposiciones, la selección se ha hecho atendiendo a los que en la actualidad han consolidado una idea de proyecto que consagra las viejas pesquisas de aquellos primeros ochenta. Algunos —muy pocos— se han quedado en el camino, y aunque su participación en el colectivo no se pueda desechar, su mención se limita al extenso catálogo que documenta la historia de ATLÁNTICA.

A veintidós años vista, con toda la experiencia de una generación y un ambiente artístico ya consolidado ampliamente en Galicia, consideramos que como proyecto, el colectivo ATLÁNTICA definió, tal vez de manera más adecuada que en el resto del Estado español, el horizonte de la estética incrustada en la Europa renaciente y posmoderna que surgió en el primer lustro de la década de los ochenta. Como ideario fue una estrategia necesaria para salir de Galicia y medir la capacidad de un modelo casi único en la España de recientes autonomías: ideario que dialogaba directamente con la futura Europa del Acta Única y que mostraba la voluntad no sólo de integrarse en el mundo, sino también de exportar una estética nacida en este Noroeste y enraizada en su historia más profunda. “

Comisariado

Xosé Antón Castro

Xosé Antón Castro, profesor de la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra, ha publicado múltiples libros y artículos y ha sido comisario de diversas exposiciones en España y en el extranjero.