El tema central de la exposición PARAÍSOS INDÓMITOS, coproducida por el MARCO de Vigo y el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, es la relación del ser humano con la naturaleza. En ella, veinte artistas de diversas procedencias exploran su relación con la tierra en la que habitan, operando con diferentes puntos de vista, desde la visión romántica al testimonio documental, desde una concepción utópica al activismo en defensa del medio natural. Tomando la naturaleza como objeto de observación y contemplación, como testimonio, o como vehículo de denuncia, las obras de esta exposición son resultado de la evolución en el género del paisaje, de siglos en los que el ser humano ha venido analizando los vínculos esquizofrénicos que mantiene con su entorno, y en los que la iconografía del paisaje ha pasado por lo bello en el Renacimiento, el pintoresquismo en el Barroco, o la idea de lo sublime en el Romanticismo.

Como género, el paisaje está sobreexplotado. Como tema, el calentamiento global es utilizado como moneda de propaganda política y económica de plena actualidad. Nos cuesta interpretar la naturaleza como lugar de contemplación, pues a ello se une, inevitablemente, una actitud concienciada. PARAÍSOS INDÓMITOS reúne varias reinterpretaciones de artistas contemporáneos sobre las convenciones clásicas de la naturaleza, demostrando la posibilidad de múltiples lecturas de un tema que hoy se ha diversificado enormemente, partiendo de la búsqueda de la naturaleza virgen, hasta llegar a la reivindicación ecológica del siglo XXI.

Y en todo ello juega un papel fundamental la visión de lugares inexplorados, que han sido objeto de investigación y fascinación. Esta exposición retoma la dicotomía hombre-naturaleza, para analizar la impronta del ser humano en su entorno y el constante desafío que ha existido siempre entre ambos. El artista asume el papel de los últimos exploradores “románticos”, de aquellos que, con su empeño, nos abrían los ojos ante un mundo desconocido.

En la actualidad, la idea de paraíso se ha ido transformando, adoptando un significado más cercano a un lugar cercado, una reserva, una trinchera. El paraíso indómito, además, conlleva un halo de secretismo, entendiéndose como un privilegio accesible a pocos, aquellos conquistadores reconvertidos en exploradores, defensores de un oficio que ha evolucionado paralelamente a la sociedad. Las exploraciones del siglo XX responden a una conciencia política y vinculada al desarrollo de la técnica, más alejada del sentimiento de los artistas, cuyas acciones no alteran los mapas geográficos, pero documentan la “realidad” condensándola en sus obras. El artista elabora un registro de lugares lejanos, aislados, un examen al que se asocia cierta intención crítica; unas veces utópica, otras nostálgica.
 
El montaje y disposición de las obras en salas sigue un hilo conductor que se estructura en torno a cuatro apartados, en función de las distintas aproximaciones de los artistas al eje temático de la exposición: la fuerza de la naturaleza o los espacios que se resisten a la acción del ser humano, como lugares irreductibles a cualquier intento de domesticación —en la que se incluirían las obras de Guido van der Werve, Mireya Masó, Thiago Rocha Pitta, Thomas Joshua Cooper y Eric Rosoman—; el viaje utópico hacia lugares inexplorados, que acaba por convertirse en una búsqueda interior —Marine Hugonnier, Nir Evron, Eva Koch, Sergio Belinchón, Alberto Baraya—; el hombre y la tierra: colaboración científica, o la búsqueda de relaciones entre artistas, científicos y naturaleza, para una mejora en el uso y transformación de los espacios naturales —Guillem Bayo, Marjetica Potrč, Peter Coffin, Gonzalo Puch, Heather & Ivan Morison—; y por último, los paraísos dañados, o la evidencia de la ruptura del equilibrio en la relación entre el ser humano y la naturaleza —Caio Reisewitz, André Cepeda, Roberto Bellini, Rodney Graham, y Cyprien Gaillard.

Una cita de Henry D. Thoreau, incluida en el texto de la comisaria para el catálogo, puede servir como punto de partida, y a la vez como resumen y conclusión de algunas de las ideas y sensaciones contenidas en esta exposición:

 “Dejé los bosques por el mismo motivo que me llevó a ellos. Creí tener todavía varias vidas por vivir, y no podía pasar más tiempo en ésta. Me llama la atención de qué manera tan fácil y tan insensible nos encasillamos en una ruta que es un camino trillado para nosotros mismos. No había vivido allí todavía una semana cuando mis pasos marcaron una senda que iba de la puerta de mi cabaña al borde del lago, y aunque hace cinco ó seis años que ya no la transito, todavía es perceptible. Es cierto –me imagino- que otros la han usado, por lo que se mantiene. La superficie de la tierra es blanda y las huellas de los hombres permanecen en ella, lo mismo que los caminos por los que viaja la mente. ¡Qué gastadas y polvorientas son las carreteras del mundo, qué profundas las raíces de la tradición y la conformidad! Yo no compré un billete con camarote, mi viaje fue en un mástil sobre la cubierta del mundo, desde donde poder ver mejor la luna llena entre las montañas.”

Henry D. Thoreau, Walden o la vida en los bosques, 1845