“Por un lado, podría afirmarse que la sociedad y la cultura en la que floreció y que caracterizó el arte de Israel hasta casi finales de la década de 1980 estuvieron marcadas, de un modo u otro, por los principios del ideal y el mito Sionista, la consecuente creación de una identidad colectiva, la preservación e imposición de un frente ideológico uniforme, común, y el desarrollo del vasto y ambicioso proyecto de los asentamientos. Por otro, parece ya evidente que la sociedad y la cultura en la que hoy se articulan y se debaten sus artistas contemporáneos ya no sacrifican ni sus expresiones de diferencia, ni sus individualidades, ni sus paradojas, ni sus conflictos, en beneficio de una fachada idealista universal. En todo caso, el arte contemporáneo de Israel que se ha venido urdiendo particularmente a partir de los noventa, y que ha conseguido proyectarse en el exterior durante la última década, acarrea el mismo tipo de pluralidad, fragmentación, inestabilidad y contradicciones que caracteriza al de cualquier otra sociedad moderna que experimenta y sufre el cuestionamiento y transformación de su identidad establecida y dominante propiciados por las continuas corrientes migratorias, la globalización económica y cultural, y la diseminación y ubicuidad de la información y de las nuevas tecnologías.
Por ello, los artistas que aquí se presentan ni constituyen un bloque circunscrito a una ideología nacional, ni a una visión colectiva o a una corriente estética uniforme. Más allá de las ideas preconcebidas y asunciones, de los prejuicios, presupuestos y predisposiciones, clichés y otras nociones que tengamos de sus creaciones, ninguna podría identificarse específicamente como israelí, ni revelaría unas características o patrones identitarios que configuren una idiosincrasia o estereotipo cultural. En conjunto, el origen y el contexto en el que se desarrollan, desenvuelven y proyectan estos artistas seleccionados, sus prácticas y sus creaciones, sus preocupaciones y proyecciones ya no están invertidas, absortas, en la esperanza o los sueños de una sociedad utópica común. Si acaso, la complejidad y la multiplicidad que manifiestan sus obras estarían inspiradas, decididas tal vez, por variadas y distintas condiciones, circunstancias y factores que se relacionan y se caracterizan con las diversas culturas, lenguas, religiones y visiones políticas que componen hoy Israel.
Si algo caracteriza a este grupo de artistas en su conjunto, si hay algo que los identifique, es una tensión entre la realidad en la que viven, entre la realidad que padecen, que experimentan, que construyen, que configuran y recrean en sus obras, y el alboroto interno de sus subjetividades. Incluso cuando se refieren a situaciones y temas sociales y políticos, lo que representan, lo que proyectan, siempre es una proposición inquietante, a veces contenida, a veces silenciosa, con frecuencia indirecta y siempre oblicua, sin linealidad, sin temporalidad, trascendiendo siempre lo particular y lo específico hasta transformar la concreción y realidad del Holocausto, la guerra, el terrorismo, la ocupación o la inseguridad de la vida diaria que confrontan, en ficciones de violencia, de temor, de muerte y de ansiedad subjetivas, que nos implican a todos por igual. La interioridad se vuelve del revés, exponiendo, revelando las entrañas de su ansiedad.
Tal vez es la cercanía del trauma que ocasiona a diario la realidad en la que vive el artista israelí; tal vez es el temor a simplificar, a explotar, a exotizar, a estetizar, a confundir la realidad con la ficción. Sea lo que fuere, ninguno de ellos parece dispuesto a que el constante y arbitrario torbellino de la realidad, su incertidumbre y su insuficiencia, socaven el extraordinario poder de la imaginación, a que la quimera de ésta sucumba ante el yugo de aquélla, como uno más de sus instrumentos. Para todos estos creadores, el arte es un lugar de ambivalencia extrema. Y por más que tratemos tantas veces de arropar esa ambivalencia con una brecha diferente, y cambiemos el empeño en describir y contener lo sublime por un argumento de las implicaciones políticas del poder y la utilidad del arte, siempre continuaremos arrastrados hacia el arte como si fuera un espectro, el fantasma de un pasado que todavía nos conmueve y la persistente posibilidad de un futuro que pensamos que deseamos. Contra la narrativa, estos artistas israelíes eclipsan la temporalidad misma incluso cuando tratan de historizarla. Y como el objeto imposible de la conciencia, el arte que aquí presentamos, este arte del revés, se va flotando en el aire como ausencia. Si no fuera así, sólo sería la presencia de su profundo fracaso”.
Octavio Zaya
Comisario de la exposición
[Fragmentos del texto “DELREVÉS: Incertidumbres sin ilusiones
Entre un final y un principio, entre ansiedad y especulación”, en el catálogo de la muestra]