La exposición EL ESTADO DE LAS COSAS. El objeto en el arte de 1960 a nuestros días fue exhibida, en su primera versión, en el Museo de Bellas Artes de Nantes entre el 28 de junio y el 12 de octubre de 2003, con motivo del evento cultural “Tesoros públicos, 20 años de creación en los Fondos Regionales de Arte Contemporáneo de Francia”, organizado por el Ministerio de Cultura francés. En esa ocasión la muestra Fue comisariada por Jean Marc Prévost.
Un año más tarde, los museos MARCO de Vigo y ARTIUM de Vitoria reproducen esta exposición en sus respectivas sedes. En el caso del MARCO, por vez primera una muestra temporal ocupa las dos plantas del edificio, dado el número y dimensiones de las piezas expuestas.
La exposición consta de 117 obras procedentes de las colecciones de diecisiete FRAC (Fonds Régionaux d’Art Contemporain), creados en 1983 por el Ministerio de Cultura de Francia y los gobiernos regionales; una red de 24 centros destinada a promover la difusión y apoyo a la creación contemporánea, en línea con una política de descentralización cultural con magníficos resultados en lo que respecta a la adquisición de obras de arte.
A través de una selección de estos fondos, la muestra plantea un recorrido por la evolución del arte contemporáneo internacional desde principios de los años sesenta –momento en el que se produce la integración del objeto cotidiano como parte del discurso del arte– hasta nuestros días. Así, se plantea y analiza el status del “objeto” en el arte en todas sus formas y estados, a través de los diversos movimientos artísticos.
En la versión de MARCO y ARTIUM el proyecto original se enriquece con la inclusión de Juan Muñoz y Joan Brossa, dos artistas españoles recientemente fallecidos, bien representados en las colecciones de los FRAC, a los que en esta ocasión se dedican sendas salas por la importancia de su trayectoria, y que nos ofrecen dos planteamientos diametralmente opuestos en el tratamiento del objeto.
A partir de este método de análisis, una especie de corte transversal, los objetos se van transformando ante nuestros ojos en reflejos de la visión contemporánea. A veces nos hablan de la experiencia del entorno inmediato, o reivindican su individualidad y la de sus creadores; o nos hacen reflexionar sobre su función y sobre los efectos de la sociedad de consumo; o plantean cuestiones como la inutilidad de la obra de arte, o las fronteras entre arte y diseño; o se convierten en metáforas, en símbolos, en huellas de su pasado inmediato, de sus orígenes. En suma, funcionan como vía para la mejor comprensión del arte actual.
La exposición no podría empezar de otra forma que con Duchamp y su Boîte en Valise, una obra que reproduce 83 piezas en miniatura del artista inventor del ready-made, que elevó un urinario a la categoría de “obra de arte” incluyéndolo en una exposición bajo el título de Fuente. Un elemento de uso cotidiano que por decisión del artista, sacado de contexto y colocado sobre una peana, pasó a ser considerado objeto artístico. El resultado fue mucho más allá de la provocación, y sentó las bases –todavía hoy vigentes– de un nuevo concepto del artista y de su obra, según la cual la idea está por encima de la manufactura.
Posteriormente, fue en los años sesenta cuando los Nuevos Realistas (César, Raymond Hains) y los artistas Pop (Richard Hamilton, Andy Warhol) se interesaron por los objetos de consumo de masas y los incorporaron como elementos integrantes de su obra, con el fin de establecer una relación directa entre la realidad y las transformaciones del mundo contemporáneo. Al mismo tiempo, los artistas del movimiento Fluxus (Robert Filliou, Ben), retomaron la herencia dadaísta y duchampiana, descontextualizando los objetos cotidianos para producir imágenes y juegos de lenguaje “poéticos y políticos”.
A partir de los años setenta, siguiendo la estela del arte conceptual, Christian Boltanski concibe una serie de objetos íntimos, llenos de memoria, y en los ochenta la “nueva escultura inglesa” (Tony Cragg, Bill Woodrow) retoma las formas de arte minimalista y conceptual, para interesarse por los márgenes de la sociedad de consumo. Las descontextualizaciones de Richard Artschwager, o más tarde de Bertrand Lavier, John Armleder o Sylvie Fleury, son una forma de recorrer, de forma crítica, la historia de la escultura y de la pintura actual.
En la década de los noventa, Claude Closky, trabajando con el lenguaje y el objeto, se apropia y pone en escena “cosas” anodinas, mientras los POF (Prototipos de Objetos en Funcionamiento) de Fabrice Hybert cuestionan los sistemas de producción y de difusión del arte. El objeto puede también entrar en un terreno más narrativo –como en el caso de Xavier Veilhan– o transformarse en producto, como pone en evidencia Jean-Luc Moulène. Por su parte, Gabriel Orozco se cuestiona las nociones de “artesanía” y “producto industrial”, al tiempo que L’Atelier Van Lieshout, entre otros, reflexiona en torno al status mismo de obra de arte, sobre su función y sus formas de presentación, con el fin de replantear la economía del objeto y de sus deseos.
La incorporación del objeto a la obra de arte, el objeto artístico y su funcionalidad, el arte y la sociedad de consumo; éstas y muchas otras cuestiones se abordan en El estado de las cosas, una muestra del particular viaje de los objetos a través de la historia del arte contemporáno y de sus creadores.