Pintura concreta, porque no hay nada más real que una línea, un color, una superficie /.../ La pintura es un medio de realizar ópticamente el pensamiento: cada cuadro es un pensamiento-color.
Theo Van Doesburg
Resulta muy significativo que, incluso en estas primeras décadas del siglo XXI, uno de los paradigmas de las vanguardias históricas del siglo pasado, la depuración geométrica de las formas, continúe fomentando las más diversas prácticas artísticas contemporáneas, tanto en los medios tradicionales, pintura y escultura, como en las versións post-minimal y conceptuales del objeto artístico desubicado y expandido. En este sentido, la vigencia de la obra de Francisco Mantecón es un hecho indiscutible: muchos son los jóvenes artistas gallegos que, acaso sin ser totalmente conscientes de esa línea de continuidad, siguen abriendo caminos y trazando líneas de investigación en la pura materialidad geométrica de la obra, cruzándose en muchas direcciones con las sendas por él delineadas.
Es por ello que consideramos su obra, de plena e fecunda actualidad, como una plataforma de investigación para el arte más joven, más allá de lo estrictamente histórico o de la necesaria revisión del pasado más inmediato. La estructura primaria de sus obras compete a la geometría, pero los resultados finales, tanto como sus procesos previos y los análisis de base racional, van mucho más allá: muestran que pasión, desasosego o protesta se insertan en las rayas de cartabón y hacen del rigor geométrico también discurso.
Mantecón tratará, desde sus inicios, de expresar lo máximo con lo mínimo, y seguirá adelgazando, cuadro a cuadro, los motivos y los recursos: “Estoy sacando elementos del cuadro, y me estoy quedando sin cuadro”. Rigor formal y compromiso ideológico: la racionalidad que se impone al mundo (en los grandes y pequeños actos de la vida, en la producción de objetos, y sobre todo en la producción de comportamientos sociales) constituye el correlato ideológico de la geometrización de las artes. En la resolución de las tensiones formales de las obras se representan las propias tensiones políticas de la sociedad, o incluso se escenifica el proyecto de resolución de las tensiones psíquicas de nuestro interior. La obra deviene entonces modelo a escala, quizás maqueta del alma, artefacto que trabaja siempre como máquina de significación.
Incansable explorador de la retícula implícita del lienzo, verdadero microcosmos para cuyo cartografiado no le llegó una vida entera; Mantecón fue, por encima de todo, una figura clave y disidente (más clave incluso por su condición de disidente) de las corrientes de renovación que sacudieron las prácticas pictóricas en las décadas finales del pasado siglo. Su legado está en estos momentos tal vez más vivo que nunca, ahora que, de nuevo, vientos de crisis agitan el horizonte, ahora que la vocación de síntesis y la vuelta a lo esencial parecen imponerse como necesidades acuciantes.
“Pasión y cálculo” se centra en preservar la palpitante actualidad y la proyección de futuro del proyecto pictórico de Francisco Mantecón. Este irrenunciable punto de partida, unido a las lógicas limitaciones del espacio expositivo, implica de forma indirecta la ausencia en esta exposición de algunas series de obras pertenecientes a su etapa de formación e incluso a los inicios de la trayectoria más personal. Por idénticas razones, quedan fuera del ámbito de la muestra sus trabajos en el campo del diseño gráfico y editorial, ocupación que por su propia magnitud y relevancia está pidiendo una revisión urgente y una investigación específica, que ponga también en valor su contribución a la renovación del ordenamiento visual de nuestro entorno.
Es desde esa estricta perspectiva, de recuperación de un artista transcendental para la memoria de nuestras prácticas pictóricas más recientes, que esta exposición focaliza preferentemente su atención en las series de cuadros creados en los márgenes temporales de lo que podríamos considerar las décadas de su rotunda madurez (1980-90), pocos años antes de que una prematura desaparición nos impidiese conocer hasta dónde habría llegado Francisco Mantecón en la progresiva depuración de su universo formal y conceptual.
Ángel Cerviño y Alberto González-Alegre
Comisarios de la exposición