“LA BALLENA NEGRA es un proyecto expositivo que surge de la crisis provocada por el accidente del buque Prestige. En un primer momento, su propósito es rememorar y documentar un acontecimiento que resultó crucial para Galicia y para España, en el décimo aniversario del hundimiento del petrolero, 240 millas al oeste de Finisterre. La marea negra que arrasó y contaminó las costas gallegas —a partir de noviembre de 2002 y hasta bien entrado 2003— fue el detonante de una movilización social que exigió que ‘nunca máis’ volviese a ocurrir algo parecido. Las protestas que se sucedieron en Galicia durante meses fueron paralelas al ciclo de manifestaciones que se vivieron en España en aquel tiempo en contra de la intervención en la segunda guerra de Irak, provocada, en gran medida, por el control de los recursos petrolíferos en Oriente Medio.
La exposición parte de esta realidad concreta —que, como nos demuestran las hemerotecas, fue uno de los momentos, social y políticamente, más intensos de las últimas décadas— para contextualizarla e interpretarla en un marco más amplio. Así, tomando a la industria petrolífera y los múltiples factores que la rodean como una de las principales manifestaciones visibles de las sociedades contemporáneas, el proyecto se abre a temas diversos como la explotación de la naturaleza, el colonialismo, la historia de la modernidad, el mito del progreso indefinido, el comercio marítimo, la globalización o la guerra.
A partir de este planteamiento, la exposición desarrolla estos contenidos en sendos ejes espaciales y temporales que se entrelazan a lo largo de un recorrido en el que se combinan obras de arte y materiales documentales. Junto a episodios relacionados con Galicia —desde el accidente del Urquiola en 1976 hasta el presente, haciendo hincapié en la crisis del Prestige— el proyecto reúne obras vinculadas a lugares tan dispares como Alaska, Estados Unidos, Irak, México, Venezuela, el Cáucaso o Nigeria.
Desde el punto de vista temporal, remite a múltiples momentos históricos que van desde el pasado remoto en el que se origina el petróleo (‘ese pudridero arcano que orienta y acaudilla todavía la geopolítica de nuestros días’, en palabras de Rubert de Ventós), hasta un futuro de ciencia-ficción. Esta simultaneidad de tiempos extrema confiere al proyecto una singular riqueza de significados, ya que en él coexisten los discursos geológicos, arqueológicos y entrópicos de Robert Smithson, con la visión alucinada del Apocalipsis que el cineasta Werner Herzog filmó al documentar los pozos kuwaitíes en llamas o la crítica social, más enraizada en el presente, de autores como Allan Sekula, Alberte Pagán o Ursula Biemann, entre otros.
Esta combinación de espacio y tiempo favorece que surja de la exposición toda una constelación de significados que rebasan con creces la mera actividad de la explotación y distribución petrolífera: cuestiones medioambientales, ecológicas, geopolíticas, económicas, coloniales o activistas, aparecen asociadas a nociones más poéticas como el riesgo, la decadencia, la épica de la búsqueda de recursos en horizontes cada vez más improbables, o la tarea destinada al fracaso, pero heroica —como en el mito de Sísifo— de quienes lucharon contra las tragedias que vertidos reincidentes de fuel han provocado en lugares como Galicia, Alaska, la costa francesa o el golfo de México.
Con la referencia constante, repetitiva y asfixiante de un elemento tan vulgar, viscoso y pesado en su materialidad como atractivo plásticamente, y simbólico desde el punto de vista del significado, la suma de los trabajos de los artistas constituye un conjunto en el que lo visual se alía con la narración, con la teatralidad y lo cinematográfico; una experiencia sinestésica que transmite con dramatismo, emoción y contundencia toda una trama de discursos y contenidos que afectan a algunas de las cuestiones más urgentes de nuestro tiempo.
Así, la mirada originaria a un acontecimiento local termina por convertirse en una visión panorámica del mundo contemporáneo, de su pasado reciente y remoto y de su incierto porvenir. El naufragio del Prestige y la catástrofe que provocó en el litoral de Finisterre se transforman así en un mito universal. La exposición parte de lo material, de un hecho físico, comprobado, para elaborar un discurso o relato que se sitúa a medio camino entre la objetividad de la historia y la subjetividad de las visiones críticas, épicas, románticas y hasta sublimes de los artistas.
El título de la muestra trata de sintetizar todas estas dimensiones y las numerosas capas de significado aportadas por las obras. ‘La ballena negra’ es una expresión tomada de una entrevista concedida por el ‘alemán de Camelle’ (también conocido como ‘Man’). En esa entrevista Man contaba que, tiempo atrás, una gigantesca ballena negra se le había aparecido en sueños, arrasando la Costa da Morte, como un Godzilla occidental. Un sueño que resultó premonitorio cuando el Prestige zozobró en medio de un temporal, navegó sin rumbo durante unos días, derramó su carga de chapapote a diestro y siniestro y se hundió, finalmente, en un abismo de 4.000 metros de profundidad en el océano Atlántico. La imagen de una bestia mitológica, que recuerda a las criaturas monstruosas que el historiador romano Estrabón situaba en los mares de Finisterre, o a la ballena blanca de la novela Moby Dick en tiempos más modernos, aparece así como una representación llena de simbolismo del petrolero, de su estado ruinoso y de su fatal destino.
Igual que en la novela de Herman Melville la búsqueda incansable de la ballena representaba, por un lado, el ansia por cruzar todas las fronteras conocidas en nombre del progreso —el aceite de ballena era una de las materias primas más demandada en la época—, y la locura y soberbia a la que puede llegar el ser humano al medirse con la naturaleza, por otro; casos como el del Prestige o el más reciente de la plataforma Deepwater Horizon traen al presente la misma amalgama de obsesión, codicia, explotación y arrogancia que caracterizó al capitán Ahab, a los marineros que lo siguieron ciegamente en su vertiginosa odisea hacia el desastre y, desde un punto de vista más alegórico, a la propia sociedad a la que pertenecían.
Siguiendo el espíritu de Moby Dick y de las obras de los artistas presentes en la exposición, LA BALLENA NEGRA no pretende ser un discurso moralizante sobre el medio ambiente, sino una metáfora de la compleja relación del hombre con la naturaleza. Traer al presente la historia del Prestige reanima este debate, enlaza con el ciclo de protestas actual y pone de manifiesto la fragilidad de nuestro modelo de progreso en un momento crítico llamado a redefinir la idea de la modernidad, así como una escala de valores alternativa”.
Pedro de Llano
Comisario de la exposición