“Apolítico es el título de una de las primeras piezas de Wilfredo Prieto, con la que participó en la 8ª Bienal de La Habana (2003) y, quizás, su obra más repetida y aclamada. El artista creó una ‘escultura’ impactante a partir de una mínima intervención en un objeto tan cotidiano y simbólico como la bandera: un conjunto de mástiles y telas ondeando en un complejo militar español, sede de la Bienal, llamaban la atención por su carácter aséptico, al verse despojadas de todo color, reducidas a tonalidades grises y convertidas en objetos neutros, ambiguos.
A pesar de la sencillez visual de la instalación, Apolítico es uno de los trabajos de Wilfredo Prieto que implica cierta complejidad en su factura, por la manipulación industrial a la que se someten las banderas para su ‘lavado’. El caso opuesto lo representa otra de sus obras tempranas, Paseo (2000), una performance consistente en llevar ‘de excursión’ por la isla caribeña de Curaçao, sobre una carretilla, una planta ornamental. La acción de liberar la planta de su encierro puede entenderse como la transposición de la misma experiencia que el artista está viviendo en el que fue su primer viaje fuera de Cuba, aunque las lecturas políticas que emanan de la obra de Wilfredo Prieto vienen dadas, más que por decisión del artista o sus acciones, por las connotaciones que poseen ciertos elementos o materiales que utiliza para elaborar sus piezas y que, sobre todo en su primera obra, provenían de su Cuba natal: los chícharos (guisantes) o el periódico ‘oficial’, el Granma. ‘Aunque intente hacer una obra puramente poética, siempre hay una carga política’, confiesa el artista en clara alusión a Francis Alÿs, uno de los creadores cuya influencia ha sido permanente en la obra del cubano.
Como se deduce de las dos piezas mencionadas, formalmente divergentes y con lecturas que van de lo político a lo absurdo, el trabajo de Wilfredo Prieto oscila entre lo grandioso y lo mínimo, entre lo que pertenece al ámbito de lo irrealizable —convertir un estadio de fútbol en un estanque donde los patos naden libremente o construir una autopista volteada como una cinta de Moebius y por la que circulen los coches sin llegar a ningún sitio más que al punto de partida— y lo que, por su discreción, pasaría desapercibido en un contexto ajeno al artístico. Ha llevado a cabo acciones u obras con maquinaria pesada, como la grúa que se levanta a sí misma (Sin título (Grúa), 2006) o el helicóptero atado a la pata de una mesa y en vuelo estacionario sobre el Centro de Arte Dos de Mayo en Móstoles (Amarrado a la pata de la mesa, 2011) mientras creaba alguna de sus obras más contundentes con el corazón de una sandía (Políticamente correcto, 2009), unos charcos de ron y Coca-Cola (Cuba libre, 2010) o dos monedas de euro superpuestas (Eclipse, 2010).
En el año 2008 Wilfredo Prieto cubrió el suelo de la galería Annet Gelink de Ámsterdam con cientos de chicles previamente mascados y dispuestos sobre el pavimento en cuadrícula, a una distancia equidistante unos de otros (Smart Gum (Chicle inteligente), 2008). Los chicles, como los otros materiales de los que se apropia para llevar a cabo su obra —guisantes, plátanos, jabón, huevos, café, agua, excrementos, paja, ropa— permanecen, la mayoría de las veces, íntegros, apenas alterados por la mano del artista, tan solo desposeídos de su habitual significado. Como estrategia, recurre al absurdo y al humor, que unidos a la descontextualización duchampiana, le permiten construir un discurso ambiguo —por la sencillez de la forma y la complejidad de significado— cuyo punto de partida es el espectador, que ‘hace la mitad del trabajo’, como diría Duchamp.
Wilfredo Prieto entiende el espectador como un elemento intrínseco a la obra, como lo sería su título o cualquier otro elemento comunicativo. Confiesa que, si bien no posee un interés particular en estudiar o conocer la reacción del público, su comportamiento y sus deducciones añaden nuevas lecturas a cada pieza abriéndolas a múltiples interpretaciones.
Las resonancias de la obra de Gabriel Orozco en la interpelación al espectador, en el uso de los materiales o en los títulos, o de Francis Alÿs en la apertura de significado, perviven en el trabajo de Prieto. De carácter conceptual y formalmente mínimas, aunque irónicas y narrativas, sus ‘intervenciones’ superan la autorreferencialidad minimalista, la alusión a sí mismas, y poseen abundantes referencias a nuestro contexto próximo, social o político. La alfombra roja que emplazó en una exposición (Sin título. Alfombra roja, 2007) contiene una referencia al poder, es un ready-made que funciona como mero objet trouvé hasta que nos percatamos de que posee un elemento más allá del símbolo, una modificación, y son los escombros que el artista ha escondido bajo la tela roja. La basura funciona como anti-símbolo o elemento contradictorio, un contrapunto que también encontramos en piezas como Uno, 2008: una montaña de 28 millones de diamantes falsos que esconden uno real. La intervención del artista consiste siempre en ese gesto mínimo, a veces imperceptible, que se nos desvela en el título y en la descripción de los materiales. Son ‘actos de experimentación’, como los define él mismo, fruto de la libertad con la que se enfrenta a su trabajo, huyendo de catalogaciones y definiciones.
Izquierda / Derecha
La simetría bilateral del espacio de exposición funciona como punto de partida en la intervención que Wilfredo Prieto crea específicamente para el MARCO, Museo de Arte Contemporánea de Vigo. Las dos salas, ubicadas en la primera planta, determinan el recorrido y sitúan al espectador en el dilema de elegir hacia dónde dirigirse, hacia la izquierda o hacia la derecha.
Si decidimos dirigirnos hacia la izquierda, recorreremos un pasillo que desemboca en una escultura monumental, un paralelepípedo rectangular, una forma geométrica simple ejecutada a gran escala a partir de una maqueta del artista. Y, hacia la derecha, nos encontramos con una escultura de exactas dimensiones en un espacio idéntico al de su lado opuesto.
Trabajar ‘con el espacio’, más que ‘en el espacio’, es lo que define toda pieza site-specific, que genera su significado a partir de la relación entre obra y lugar. Esta es una obra que responde a la arquitectura del lugar, así como a algunos presupuestos que caracterizan ese regreso a la forma que supuso el arte minimalista en los años sesenta del siglo XX. La simplicidad formal, la monumentalidad, unida a la producción industrial de los módulos que conforman las piezas, nos situarían ante un ortoedro minimalista si no fuese por el carácter povera del elemento constructivo: paja de cebada. Las alusiones que rechazaba Donald Judd cuando declaraba ‘no illusions, no allusions’, aparecen evocadas en el material que elige Wilfredo Prieto, en el olor, la textura, la procedencia y en la narratividad, tan relevante en su trabajo.
La intervención nos conduce a una de las paradojas más extendidas de la historia de la filosofía. Según Jean Buridan —filósofo escolástico francés del siglo XIV que defendía que la libertad no está necesariamente basada en fundamentos racionales—, cuando nos encontramos ante dos alternativas deseables elegiremos la mejor y, en caso de que sean iguales, la voluntad retrasará esa elección para analizar las consecuencias.
Los satirizadores de Buridan, basándose en la supuesta ‘inacción’ que supone equiparar razón y voluntad, en su defensa del libre albedrío y en su reflexión sobre los límites de la libertad de elección, crearon una paradoja sobre un asno hambriento que, ante dos montones de comida iguales y equidistantes, moriría de hambre al no poder tomar una decisión. La reducción al absurdo de la teoría del filósofo, extraída de Aristóteles y popularizada como el ‘asno de Buridan’, le sirve a Wilfredo Prieto para elaborar ‘Izquierda / Derecha’, reinterpretando la paradoja a partir de la fórmula que el crítico Gerardo Mosquera ideó para resumir su trabajo: idea neta (+) obra sencilla (=) significado máximo’’.
[Extracto del texto curatorial para el catálogo de la exposición]