Dentro de la programación del MARCO de Vigo, la elección de esta muestra no es casual. Tanto en su programación de exposiciones temporales como en los ciclos programados en el Salón de Actos, el vídeo supone una deliberada opción por la contemporaneidad. En consonancia con el lugar cada vez más destacado que lo audiovisual ocupa en nuestras vidas, las producciones videográficas se sirven de las nuevas tecnologías no sólo como vehículo de comunicación, sino también como reflexión sobre los límites del arte y su repercusión. En este caso, el espacio que habitualmente se dedica a la proyección de ciclos de cine acoge una exposición temporal, estableciendo así un vínculo entre este ámbito y las salas de exposición.

Desde hace ya algún tiempo, hemos asistido en España a una gran proliferación de obras de arte en formato videográfico. Esto se debe a varias razones, entre ellas la inclusión de artistas españoles dentro de parámetros y estéticas internacionales que asimilan la producción videográfica como una herramienta más a la hora de comunicar y expresar los conceptos en los que se cimienta su apuesta artística. Por otra parte, el vídeo ofrece, como el cine, un modo de acercamiento a estados, problemas y representaciones del ser humano en todas sus vertientes. No es de extrañar que los artistas utilicen el vídeo como presentación cercana, fiel y directa, creando una atmósfera más real en sus acciones o narraciones, tanto a través del sonido como de la imagen.

En España, muchos de los artistas que durante los años setenta y ochenta provenían de disciplinas como la escultura, la pintura o la fotografía, adoptaron el medio videográfico y su rápida, eficaz y espectacular expresión para sus trabajos. Tras estos primeros iniciadores, los herederos de estos postulados, enraizados ya de pleno en el manejo, producción y edición de piezas videográficas, y en sus diversas vertientes narrativas, experimentales, cinematográficas, documentales, etc., comienzan a obtener excelentes resultados. El panorama español se va nutriendo de una buena cantera de artistas que empiezan a gozar del respeto internacional, y que en muchos de sus trabajos fusionan el vídeo con otros medios artísticos. Por ello no es de extrañar que la mayor parte de estos artistas, además del vídeo, trabajen en otros formatos como fotografía, escultura, performances o instalaciones.

Desde el punto de vista temático, BAD BOYS supone una arriesgada apuesta por temas algo olvidados o quizá no bien planteados en los ensayos teóricos de los últimos tiempos. Estos artistas se basan en su propia identidad, condición, género y experiencias, como planteamientos desde donde buscar parte de su propia identidad. A través de sus obsesiones, de sus deseos, anhelos, luchas, etc., se extrae una rebeldía, ironía, osadía, y hasta travesura, pero cada uno de ellos con vertientes y motivos diferentes.

BAD BOYS presenta los trabajos de estos artistas intentando observar los principios e inquietudes que reflejan a todos ellos, y también a una generación que, como ellos, no es ajena a las cuestiones políticas, a la televisión, a la música, al propio mundo del arte, a los debates de género, a los nuevos sistemas digitales, a la desmitificación de roles, al concepto de amistad, y a esa pérdida de la inocencia adolescente. Su fuerte actitud no deja al publico indiferente, porque tratan, desde sus diferentes mundos, de ser partícipes de la misma sociedad que les rodea, y que a veces les hace sentirse como esos Bad Boys de películas o series de televisión, entre la ironía, el riesgo y el humor.