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Puntos de encuentro II Manuel Eirís

Ficha

Fechas: 
17 abril 2009 - 21 junio 2009
Lugar: 
Espacio Anexo y Vivienda Rúa Palma nº 9, 2º
Horario: 
martes a sábados de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 21.00; domingos, de 11.00 a 14.00
Producción: 
MARCO, Museo de Arte Contemporánea de Vigo
Comisariado: 
Agar Ledo

Los desocultamientos, operación consistente en deshacer una edificación para ver cómo está constituida, son el punto de partida de esta exposición, realizada en dos fases y situada en dos lugares de la ciudad: el propio Espazo Anexo del MARCO, y una vivienda abandonada en Rúa Palma, 9, 2º, en el Casco Histórico de Vigo. En la vivienda se encuentra el origen del proceso. En el Espazo Anexo se muestra la documentación y el resultado de la acción: restos de pared, vídeos, fotografías, apuntes en témpera, dibujos y una proyección de diapositivas. El recorrido entre ambas sedes vincula el museo con la vivienda y permite al visitante conocer las dos fases del proyecto, ofreciendo así dos lecturas complementarias.

La exposición de Manuel Eirís ha sido posible gracias al inestimable apoyo de Luis Sirvent, de la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra, y de Ar.Co - Centro de Arte e Comunicação Visual.

Horario:

Espazo Anexo: Martes a sábados de 11.00 a 14.00 y de 17.00a 21.00; domingos de 11.00 a 14.00

Rúa Palma, nº 9, 2º: Martes a sábados de 17.00 a 21.00

Síntesis del proyecto

La propuesta de Manuel Eirís (Santiago de Compostela, 1977) forma parte del proyecto ‘PUNTOS DE ENCUENTRO', que se desarrolla durante todo el año 2009 en el Espazo Anexo del MARCO. En el contexto de este proyecto, cinco artistas presentan sus obras con el objetivo de establecer un diálogo entre el lugar de exhibición (la sala de proyectos) y su entorno (la ciudad). La idea central es convertir el Anexo en el lugar de conclusión o formalización de las experiencias, frente a la consideración tradicional del museo como lugar de exposición del objeto.

Los artistas invitados elaboran propuestas que nacen fuera de los límites del museo, y que modifican las coordenadas lógicas de percepción. En este caso, Manuel Eirís intenta reconstruir el significado de un lugar, deslocalizando la exposición e implicando al visitante en un recorrido de ida y vuelta, entre el museo y una vivienda abandonada del Casco histórico vigués, situada en la Rúa Palma, nº 9, 2º, que es el germen de todo el proceso y que finalmente ha dado título al proyecto expositivo.

Los desocultamientos -resultado de la acción de restarle capas a una pared, llevados a cabo en la casa abandonada- son el punto de partida de esta exposición. Un laborioso proceso en el que el artista trabaja a partir de las capas que se han ido superponiendo en paredes y techos a lo largo del tiempo. En el Espazo Anexo se encuentra la documentación de la acción: restos de pared, vídeos, fotografías, apuntes en témpera, dibujos y una proyección de diapositivas. En la vivienda, el origen del proceso, la última capa de cada desocultamiento, como si estuviéramos ante obras pictóricas. Con la ayuda de un plano que se ofrece al visitante, el recorrido entre las dos sedes vincula el museo con la vivienda, despliega el Espazo Anexo hacia el exterior y permite al público conocer las dos fases del proyecto, ofreciendo dos lecturas complementarias.

Así, una vez visitada la exposición del Anexo, existe la posibilidad de ver el lugar donde fueron hechas las piezas. En la casa, el visitante se encuentra con rectángulos escarbados en las paredes, cada uno de ellos como la última capa desocultada. Cada rectángulo, cada desocultamiento, crea interesantes relaciones entre el objeto físico (en la vivienda abandonada) y la imagen (en el Anexo), que registra los diferentes estadios de una pared, además de testimoniar una acción de la cual interesa todo su proceso. En la casa abandonada se ven las piezas físicas, tangibles -las paredes mismas-, pero paradójicamente su inmediatez no las hace más reales que los vídeos, fotografías y apuntes del Anexo, porque lo que estas piezas representan son sólo los restos de una acción que ha sido pensada y escogida como obra artística en sí misma. Se cuestiona, por lo tanto, si lo que aparenta ser una pintura o un cuadro, no es otra cosa que los restos de otra pieza.

Es importante destacar la lectura circular, no unidireccional, del conjunto, en la que la casa y el espacio museístico tienen igual relevancia, y en el que ambos lugares se pueden leer como piezas que se retroalimentan, como partes de un todo.

Texto curatorial

"En el conjunto de la obra de Manuel Eirís percibimos esa relación del artista con el tiempo, al que interroga en su primera serie Autorretratos desde la mirilla, cuyas imágenes se tomaron en una vivienda que ocupó en Compostela. La cámara, ubicada en el ventanillo de la puerta de la casa, suplantaba el papel del artista al ser activada automáticamente cada vez que sonaba el timbre.

Lo fortuito de una acción dejada en manos del azar se repite en su serie Dibujos ocultos, donde el papel de calco sobre blanco absorbe la marca pero no el trazo del lápiz que la dibuja. El artista concibe la acción con el propósito de abstraer (abs-: ausencia / -traer: desde la), intención que se repite en los desocultamientos, punto de partida de esta nueva exposición estructurada en dos fases y situada en dos lugares de la ciudad: el Espazo Anexo del MARCO y una vivienda abandonada en el Casco Histórico de Vigo. El recorrido entre las dos sedes vincula el museo con la vivienda y permite al visitante conocer las dos partes complementarias del proceso, dos lecturas del mismo, que aluden a la experiencia de huir de los lugares convencionales de exposición del objeto.

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Eirís define el desocultamiento como la pintura, en soporte fotográfico o videográfico, resultante de la acción de restarle capas a una pared. Es un proceso lento y meticuloso en el que el artista reconstruye el significado de un lugar ‘trayendo desde la ausencia' capas de sedimentos acumulados a lo largo de los años. Heidegger era partidario de reinterpretar la tradición rememorando, volviendo al momento en el que se creó, al origen, despojándose de interpretaciones y prejuicios. La deconstrucción derridiana no sería posible sin Heidegger, y tampoco el trabajo de Manuel Eirís, que huye de la intención destructora que podría asociarse a una deconstrucción para desedimentar; para destapar las capas superpuestas con el fin de adivinar lo oculto en cada estrato. El artista se muestra como un ser capaz de cuestionar, con la autodeterminación que implica el Dasein de Heidegger, quien constituye, en muchos aspectos, un punto de partida de los desocultamientos.

Esa operación consistente en deshacer una edificación para ver cómo está constituida -sentido que dio Heidegger a los términos Destruktion o Abbau- protagoniza la muestra. En el Espazo Anexo se encuentra la documentación del proceso: los vídeos, dibujos, fotografías, escayolas y restos. En la vivienda hallamos el origen de la acción, la última capa de cada desocultamiento, como si de una exposición de pintura se tratase, sólo que los cuadros, en vez de estar colgados en las paredes, se encuentran horadados en las mismas. Las viviendas, los espacios que han sido habitados, guardan la memoria del tiempo, de la vanitas, concepto clave en la obra de Eirís, quien también nos habla de pintura expandida, de ruina, de azar y de ausencia. La pared original, el marco que rodea el resultado del desocultamiento, se encarga de mostrarnos el principio de la acción, ya estática en el momento que la contemplamos in situ. Cada vez que aparece una nueva capa de pintura, el artista ha destruido ya la precedente. Una destrucción que se acumula en el suelo, en forma de polvo, a los pies de cada una de las superficies intervenidas. La memoria del proceso también permanece.

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La propuesta lleva el título de ‘Rúa Palma, nº 9, 2º', la dirección de la vivienda en la que llevó a cabo la acción de ‘descubrir' paredes antes de trasladar el resultado al espacio de exposición. Los lugares en los que interviene el artista están abandonados, lo que incrementa esa idea de existencia y de fugacidad ligada a la ruina. La presencia se formaliza a partir de la ausencia: en la casa hay un elemento que se incorpora por sí mismo al recorrido, la huella de un ‘cuadro' que llevaba años colgado en la pared.

En 1953, un joven Robert Rauschenberg protagonizó una acción histórica al borrar una pieza del gran Willem de Kooning y apropiarse de la autoría. El ‘acto artístico' -no un acto de negación- duró un mes, ya que según cuenta el propio Rauschenberg, de Kooning le ofreció ‘un dibujo muy difícil de borrar'. ‘Es poesía', comentó en alguna ocasión Rauschenberg cuando le preguntaron por el carácter subversivo de la acción que desembocaría en Erased de Kooning Drawing.

Esa reaparición del sujeto que se encuentra oculto y que sólo emerge cuando se esfuma el dominante, se hace mediante un acto performativo que -no lo olvidemos- constituye el medio de trabajo de Manuel Eirís, quien describe la casa como la materia sobre la que trabaja para extraer de ella la forma. Los universos pictórico y conceptual que completan su discurso aparecen, como apuntábamos, cuando los desocultamos. Son las secuelas del proceso porque el acto de borrar no equivale al hecho de hacer desaparecer, sino de hacer volver, de regresar. Cada desocultamiento funciona como un palimpsesto, las ‘huellas de una presencia anterior borrada artificialmente', pero a la inversa.

La intención arqueológica presente durante el proceso desaparece a la hora de formalizar la exposición, que no reproduce ningún sistema de clasificación riguroso o académico. Frente a los aparentes ‘displays' del artista norteamericano Mark Dion, el más representativo de los artistas que recurren a métodos vinculados a la arqueología (hablamos de simulación, ya que ninguno de los objetos que Dion nos muestra en sus instalaciones posee valor científico), Eirís centra su interés en la reflexión sobre la pintura, lo que al fin y al cabo se esconde tras los variados soportes y procesos. La pintura expandida funciona a varios niveles. Por un lado, la casa se despliega en sí misma y hacia el exterior, deconstruida, creando nuevos significados. Por otra, cada fragmento de pared adquiere un carácter autónomo, propio. Si extrapolamos el concepto que Rosalind Krauss aplicó a la escultura y su ‘campo expandido', podremos definir las obras de Eirís como pinturas, que encuentran referencias próximas en piezas clásicas como aquella de Lawrence Weiner titulada A 36" x 36" Removal to the Lathing or Support of Plaster or Wallboard from a Wall, realizada en 1967, o los Cuttings de Gordon Matta-Clark, más vinculados a la tradición escultórica del campo expandido. En estas obras pervive un espacio físico que, en el caso de Manuel Eirís, se complementa con el nuevo espacio representado, la imagen, lo virtual".

Agar Ledo Arias
Comisaria de la exposición

Texto artista

"Los desocultamientos son pinturas en soportes fotográficos y videográficos, resultantes de la acción de restarle capas de pintura -pintura hacia atrás pero pintura al fin y al cabo- a una determinada pared. El hecho de no poder llevarme conmigo dicha pared, hace necesario que me tenga que valer de un medio externo para poder documentar el proceso.

Escojo siempre paredes de interiores de casas porque éstas han sido habitadas y fueron ellas las encargadas de guardar nuestra intimidad ; no me interesa, por ejemplo, descubrir las capas del muro de una calle. ‘La casa en obras es un lugar solitario, con ese aspecto de abandono que tienen las edificaciones en proceso de construcción. La presencia de la casa deshabitada fluctúa entre lo absurdo y lo hiperreal y, paulatinamente, va cobrando tal dimensión que acaba por convertirse en un elemento absolutamente fantástico'. [Manolo Figueras, Muros de pintura. El lugar de la espera]

Ocurre en los desocultamientos, cuando son varias las capas de pintura que sustraigo, que para que vayan apareciendo las unas se hace necesario que se vayan destruyendo las que las preceden. El marco o borde, ocupa en los desocultamientos la función de dar testimonio de lo que era la pared antes de haberle sacado la/s capa/s de pintura que en ella había, sobre todo en las fotografías, ya que en ellas no muestro la acción de rascar, el proceso de factura.

Como en los collages Merz de Schwitters, los colores que aparecen en los desocultamientos tienen sus tonos degradados, lavados, desgastados. En Schwitters esto se debe al uso de materiales de deshecho. En los desocultamientos, al contacto por solapamiento entre las distintas capas de pintura. Por ejemplo, si tenemos una pared blanca que antes había sido roja, al quitar con la espátula la pintura blanca superior, ésta se mezclará por la acción del rascado con la roja de abajo, con lo que esta última se degradará en un tono rosa. Por lo tanto, tampoco se pueden recuperar las capas de pintura en sus colores originales, y volvemos a encontrarnos con la imposibilidad del regreso: pero ¿se desvaneció el recuerdo? No, hay algo que ayuda a que esto no suceda: el marco. El marco o borde es la única zona del cuadro que queda incólume, y que lejos de ser un añadido ornamental o el simple margen donde el pintor limpia sus pinceles o prueba los colores, es un eje de tensión fundamental en el cuadro. El marco configura a la pintura, y no al revés; parece como si existiese un miedo por parte de la misma a llegar al margen. Para descubrir las capas de pintura, los estratos, hay que horadar, desbastar una superficie; esto es en lo que consiste la acción pictórica en este caso. Dicha superficie no llega a ser destruida del todo, se salva sólo en los márgenes. Esta idea de no alcanzar los bordes otorga un cierto carácter centrífugo al proceso de los desocultamientos. Centrífugo porque la pintura es expulsada del centro, formando una nube alrededor del cuadro, mientras la acción transcurre, y poco a poco, cae y se deposita debajo de éste, formando pequeñas acumulaciones, como la tiza en polvo en el lado inferior de una pizarra.

Una de las cosas que más me atrajo la primera vez que vi cuadros de Anselm Kiefer fueron los depósitos de tierra y restos de materiales que se formaban debajo de éstos, en el suelo. Ignasi Aballí cuenta con varias series de trabajos dedicados al polvo, una de ellas formada por cuadros que dejó en posición horizontal y boca arriba, acumulando polvo durante años: ‘El polvo es el material de la síntesis, una mezcla de todo lo que sufre erosión en el mundo. Es también un material terminal, desagradable, residual, que nosotros ya no queremos'. [Ignasi Aballí, en entrevista con Dan Cameron]

En muchas pinturas de A. Rainer -por ej. los Übermalung Werkes- encontramos una gran masa de color que ocupa casi la totalidad del cuadro; sólo una leve esquina subsiste sin cubrir. Pero ¿no existe acaso una pugna del soporte con la pintura por no desaparecer?, ¿y qué es lo que nos dice que es así? La esquina, ese breve resquicio que permanece sin tocar, es precisamente la que nos hace pensar que la pintura se está expandiendo, cada vez más, y que como espectadores nos hallamos simplemente ante un momento de dicho proceso. En Rothko sin embargo ocurre casi a la inversa: parece que la pintura habita en un momento y un lugar eternos. Aquí la gran masa de color no pugna por dominar el espacio; sino que se aproxima a los bordes sin llegar a tocarlos, y así parece que habita en él, envolviendo al espectador en una fenomenología de la espera muy diferente a la de Rainer. El instante parece eterno, y la sensación es que las masas de color de Rothko gravitan. Mi intención en los desocultamientos es acercarme a esta idea de Rothko, donde la masa central de color se aproxima a los bordes del soporte pero no lucha por salir del mismo. En definitiva, los cuadros de color como resultado de horadar el muro no son más que muestras de lo que éste fue, y descubren, por tanto, un momento de la existencia de dicha pared. La idea es situar al espectador ante esta existencia, que compruebe que esa masa de color no ha sido escogida, sino que ha sido un lugar íntimo descubierto, desvelado, o quizá profanado.

La forma como trabajo las fotografías y vídeos es sencilla. No trato las imágenes a posteriori; simplemente utilizo ambas técnicas como medios que me permiten registrar una acción y su resultado. En los vídeos, por ejemplo, el modo de grabar es simple y básico: un único plano fijo y luz natural. El plano fijo se hace necesario porque la acción que recoge no se desplaza a otras zonas; la luz natural redunda sobre la idea matriz de toda la serie: el tiempo, secuencializando la imagen.

Sugerir la presencia de cuadros a través de su ausencia, fue el punto de partida en los desocultamientos. Para ello hacía perforaciones de forma rectangular o cuadrada, como pinturas, en diversos materiales. Más tarde esta idea me llevó a trabajar con los muros de las casas para descubrir sus capas. Trasladar la pared entera, desubicarla de su lugar de origen, significa también conservarla y perpetuarla en el tiempo. La fotografía y el vídeo, en cambio, no nos permiten saber si esa pared sigue en pie. Al tratarse de lugares abandonados, es lógico que nos asalte la duda de si ese lugar sigue ahí, y esa incertidumbre, el pensar que esa imagen que estamos viendo, fija o en movimiento, puede ser en este momento toda escombros sobre un solar vacío, acentúa su carácter de frágil existencia. Aquí se trabaja sobre la idea de ruina, pero no la de la gran ruina -la que encontramos, por ejemplo, en los grabados de Piranesi que remite a un pasado grandioso- sino la ruina de lo anónimo y de lo cotidiano, de aquello que Boltanski llama la ‘pequeña historia' ".

Manuel Eirís
Vigo, abril 2009

Comisariado

Agar Ledo


Agar Ledo
es responsable de exposiciones del MARCO, Museo de Arte Contemporánea de Vigo, donde ha dirigido y coordinado los proxectos expositivos durante una década. Ha comisariado exposiciones de artistas como Ánxel Huete, Grace Schwindt, Gintaras Didžiapetris, Patricia Esquivias, Pedro Barateiro, Carlos Bunga o Diego Santomé, además de propuestas centradas en el análisis de la producción cultural en Galicia y en las implicaciones sociales y políticas que rodean la práctica artística. Con un Máster en museología y estancias de formación en Fred Jones Jr. Museum of Art (Norman, OK), Le Consortium (Dijon), Musée d’art contemporain de Lyon e ICI-Independent Curators International (Nueva York), su carrera profesional ha transcurrido en espacios como el CGAC (Santiago de Compostela, 1998-2004), la Fundación Luis Seoane (A Coruña, 2005) o la primera BIACS (Sevilla 2004-2005), donde trabajó como coordinadora en el equipo del que fue uno de los más visionarios comisarios e historiadores del arte del siglo XX: Harald Szeemann. Escribe regularmente en publicaciones especializadas y es miembro del Consejo de redacción de la revista Grial. Imparte docencia en distintos cursos de posgrado, como el Máster en Arte Contemporáneo, creación e investigación (UVigo, 2016-2017), el Curso de Experto Universitario en Gestión Cultural (USC, 2015-2017) o el Máster en Arte, Museología y Crítica Contemporáneas (USC, 2008-2012).