Acerca de mi trabajo
Una significativa producción de mi obra gira en torno al material escultórico; la tierra-turba con la que mantengo una intensa vinculación y cuyo potencial en los últimos años ha derivado hacia la construcción de piezas ideadas para alcanzar una experiencia física con esa materia. De ahí que considere la obra acabada sólo si ésta se completa con el cuerpo, hasta el extremo de interpretar un buen número de piezas como instrumentos, cuyas características particulares les permiten ser usadas.
Por lo tanto, el interés de concluir una obra como pieza final y única se desvía, por un lado, hacia la labor, hacia el proceso en sí mismo -así se manifiesta en el caso de las últimas obras, mediante el trabajo en serie, sistemático; una repetición formal que contribuye a señalar ese aspecto procesual, atendiendo al hecho de construir, del trabajo- y por otro, hacia el diseño de lugares "habitables", tomando como referente la medida humana e indicando cómo disponer las piezas para ser usadas. Alcanzo así la experiencia consciente de dos materias: el cuerpo y la tierra.
Este valor instrumental de las obras les añade una nueva condición; con cada una de las acciones queda subrayado el proceso: "No hay evento sin ejercicio, no hay situación sin repetición. Lo que se impone como lo mejor para nosotros debe ser repetido, elaborado, transformado en lo que queremos subjetivamente (...) De esta estética del evento nace la idea del arte como ejercicio: (...) lo que cuenta en el pensamiento estoico no es la obra de arte sino el ejercicio, es decir, el momento procesual que conduce a la misma, el movimiento productivo que la realiza." (Mario Perniola, El arte y su sombra, 2000). Completarse con las piezas mediante la acción de usarlas provoca una relación privada con las cualidades que se hallan en su materia. Son estas cualidades las que inciden sobre el hombre "usador" para crear esa tensión nombrada por Hölderlin, y para intensificar con ella la conciencia.
Sobre la construcción de columnas
Hay dos aspectos fundamentales que me interesan para continuar en la construcción de columnas de tierra. El primero se refiere al sostén, a la inestabilidad y al cuerpo como base. El segundo a la intrusión en los espacios, a la fusión empática de suelo y techo, y a la convivencia como proceso para desarrollar un sentido de pertenencia.
Presto atención a la inestabilidad que la carencia de base produce en los pilares. Si recurro a un gran número de columnas como elementos simbólicos de inestabilidad, las presento sin base, de modo que la primera idea de sostenibilidad se transforma en una manifestación de lo absurdo y del desaliento. También utilizo columnas interpretadas como elementos sostén. Por ejemplo, fijadas al techo de manera que queden suspendidas sobre el suelo a una distancia que permita, en lo que sería su base, el espacio exacto para su uso. Los pilares de tierra presentan ese asiento de la obra que sólo se verá cumplido en el momento en el que el hombre lo ocupe corpóreamente; de ese modo, éste se convierte en la base de las columnas, en el responsable de su propia estabilidad. Base y columna forman un todo imposible, e irónicamente, cada vez que el cuerpo abandone su condición de base se restablecerá la inestabilidad revelando una frágil firmeza. Sólo una convivencia sistemática, entendida como proceso que relaciona el habitar con el uso antes descrita, consigue finalmente provocar una intensificación de la conciencia y de la pertenencia.
CARLOS RODRÍGUEZ-MÉNDEZ
Vigo, marzo 2005