EL BOCETO DEL MUNDO
De lo que no se puede hablar, el arte es incapaz de callar.
Guillaume Désanges
“Bête comme un peintre, bruto como un pintor, el proverbio francés del siglo XIX, ilustraba indirectamente la idea de genio romántico iluminado por la gracia de la inspiración y arropado por la excelencia técnica de sus habilidades manuales. Sin embargo, la historia más reciente de las prácticas artísticas parece haberse escrito contra ese aserto y con la voluntad explícita de establecer un nuevo paradigma, aquel que entiende las producciones artísticas como construcciones intelectuales.
Las producciones artísticas y las prácticas expositivas de las últimas décadas, muy especialmente a partir del despuntar de los movimientos conceptuales surgidos en torno a la crisis ideológica de 1968, no han hecho sino confirmar esas expectativas: el lugar desde el que se formulan las prácticas artísticas —y sus contrapartidas argumentales— ha cambiado de emplazamiento, y el artista, convertido en productor de sentido, ya no podrá moverse por esos nuevos territorios sin el sólido andamiaje de su entramado discursivo.
El artista deviene así proveedor de contenidos intelectuales, a menudo filósofo, en otras ocasiones etnógrafo (H. Foster), pero también sociólogo, documentalista del espolio y la dominación, crítico de la cultura, revelador de la fascinación adormecedora de los media, ‘mecenas ideológico’ (W. Benjamin), o abanderado de la lucha por la visibilidad de los más diversos colectivos desatendidos por la mirada hegemónica —feminismo, activismo queer, régimen poscolonial...—, y siempre explorador de la provisionalidad e inestabilidad de los regímenes de representación, recodificador de las convenciones.
La vida como hipertexto
Obligados a viajar por un amplio campo de pensamiento que se entrecruza en todas direcciones.
Ludwig Wittgenstein
La exposición ‘EL BOCETO DEL MUNDO’ propone una visita a esa ‘oficina de la nada’ que es el taller del artista visual: el laboratorio del pensamiento, el obrador conceptual donde germinan y maduran las imágenes, donde las obras cobran forma y se impregnan de sentido.
Asistir al engranarse de los procedimientos creativos, visualizar unas dinámicas de trabajo que habitualmente permanecen ocultas y se mantienen al margen de la jerarquización que impone el sistema expositivo, nos sitúa en el corazón de los aspectos más directamente procesuales de las obras de arte; ser testigo del encadenamiento de unas determinadas elecciones, entre otras posibles combinaciones y encrucijadas de caminos desechados, aporta al espectador el valor añadido de una nueva experiencia sobre el objeto. Si cada decisión supone una modificación del resultado, la panorámica de esas virtualidades abre toda una serie de perspectivas suplementarias que enriquecerán las posibilidades de lectura.
Los dispositivos expositivos de las últimas décadas ya nos ha familiarizado suficientemente con el nuevo paradigma, la obra se nos presenta como zona abierta y en definitivo estado de inacabamiento, work in progress, trabajo en curso que diluye su apariencia estética y renuncia, de mejor o peor grado, a la fantasía narcisista del estilo.
Más allá de los resultados formalistas de la obra acabada, el presente apunta a un creciente interés por los aspectos procesuales: asertos teóricos, registros documentales de la más variada índole, puros inventarios de noticias y acontecimientos, tablas estadísticas, colecciones de imágenes tomadas de los medios, acopio de objetos abiertos a diferentes campos relacionales, y cientos de links proliferando y multiplicándose en los espacios virtuales... un censo de materiales absolutamente heterogéneos que configuran una suerte de nuevos gabinetes de curiosidades sobre la mesa de trabajo del artista plástico.
Migas de pan en el bosque de los signos
[...] no se trata de fragmentos sino de elementos activos y, cuando aumenten su
número y sean un poco más añejos, empezarán a fundirse unos con otros.
James Joyce
Los carnets de un artista son sus libros de autoayuda, su almacén de materiales de autoconstrucción: ejercicios mnemotécnicos para mantener la dirección del pensamiento, migas de pan en el bosque de los signos. En sus páginas hace acopio de posibilidades de sentido que ya utilizará mañana, y allí se reúnen, sin más autoridad que la que impone el azar de los encuentros y el capricho del momento, reflexiones sobre el propio oficio, dibujos, recortes de prensa, notas de lectura, miniaturas narrativas, recuerdos de la infancia, fotografías, proyectos de cuadros, borradores de cartas... toda clase de elementos que, por una u otra razón, se cree necesario retener o conservar, porque ‘quizá algún día me puedan ser útiles’ (Claude Levi-Strauss), porque quizá algún día ayuden a recordar algo que ahora mismo no se sabe que se ha olvidado. Cada pieza proyecta destellos y sombras, cada signo se vierte en otro signo: eslabones de una infinita cadena en la que significar es traducir.
El autor sacará partido de todos esos materiales acumulados, de ese inventario de posibilidades, a la manera de un intuitivo y —a la vez— premeditado mecanismo de bricolaje intelectual. Así, los bocetos y ‘recortes’ se transforman en herramientas del pensamiento, objetos materiales convertidos en objetos de conocimiento: maquetas de soluciones posibles a problemas todavía sin formular.
La exposición ‘EL BOCETO DEL MUNDO’ ofrece la posibilidad de una visita a ese crisol de formas que es el taller del artista, y trae al museo el conjunto abigarrado de útiles y documentos que, como piezas de un puzle en perpetuo movimiento, proporciona sustento y alimenta sus creaciones: bocetos y cuadernos de apuntes, notas al paso que aguardan su momento y ocasión, objetos de todo rango que se acumulan semi-olvidados por los rincones del estudio, carpetas con recortes de prensa, imágenes y libros de otros artistas, desde una colección de postales con imágenes artísticas a un bucle de vídeos de youtube. En el aspecto visual y de montaje expositivo, investiga los intersticios que se abren entre el puro documentalismo y el environment o la instalación. Un montaje que pone en escena, por encima de cualquier otra consideración, el estatuto ambiguo del boceto: ese ente que camina hacia la obra pero que no es obra todavía... o quizá ya sí.”
Ángel Cerviño
Alberto González-Alegre