Xisela Franco
Interior, exterior, durante
“No mira nada; retiene hacia adentro su amor y su miedo: la Mirada es esto”
Roland Barthes, La cámara lúcida
La cineasta Xisela Franco (Vigo, 1978) pertenece a la nueva generación de creadoras que experimentan de forma libre, diversa y sin prejuicios las metamorfosis del cine, indagando en la intersección cine-arte contemporáneo, investigando y desarrollando las problemáticas derivadas de los límites espaciales y conceptuales del cine expositivo. Creadoras conscientes de la vinculación fundamental entre el feminismo y el arte del vídeo, que encuentran en lo tecnológico y digital el marco conceptual desde donde investigar y actuar, y cuyos intereses temáticos contemplan el renacimiento del cuerpo, la identidad y la memoria, entre otras, con una subjetividad desarrollada bajo perspectivas plurales. Así, la mirada de Xisela Franco evoluciona desde experiencias personales, en el caso de la visceral Anima Urbis (2010) o Vía Láctea (2013) y en la obra Interior, exterior, durante, que ahora presentamos —tejidas en torno a la idea de maternidad— también con la necesidad de colarse en el mundo privado de otras mujeres: con aproximaciones a relatos más íntimos y desde el cuestionamiento social, como Aadat (2004) y Cruz Piñón (2015). Una trayectoria de trabajos articulados desde el cine experimental, que van dando forma a distintas producciones y proyectos científicos y expositivos como el reciente proyecto visibilizador “Cinema e muller” (Diputación de Pontevedra).
En esta su primera exposición individual, invita al público del museo a ser espectador de cine, a contemplar el tiempo desde la temporalidad propia. El proyecto Interior, exterior, durante trabaja con la manipulación del tiempo para llegar a una geografía sonora expectante, que atrapa en lo que sucede, en la convergencia de imagen grabada y duración experimentada. Franco rueda expresamente para la sala expositiva, adecuándose a su horario de apertura, conceptualiza el propio dispositivo museístico. Así, la exposición está articulada por una proyección en tríptico de ocho horas de duración, con planos de cámara estática sobre un paisaje costero; el poder sublime y limítrofe, simbólico e infinito, del mar, elemento presente en muchas de sus obras directa o indirectamente. Combina las imágenes con sonido, con las voces de una familia que traslada a la sala el ambiente y códigos domésticos: contextualizando las horas del día, evaluando un clima emocional y mostrando la evolución del aprendizaje verbal de la pequeña Maia —su hija— registrada durante un período de tres años. Voces que son extensión de relatos individuales; de enseñanza y aprendizaje; renuncia y generosidad. De esta manera, imagen y sonido están construidos del mismo modo pero presentados con una aparente oposición que poco a poco se irá transformando, para finalmente anudarse en la experiencia del espectador.
En la obra destaca la extraordinaria facilidad con la que la autora transforma lo común, desde y frente a lo cotidiano. Franco interroga lo que le rodea e introduce el recuerdo para activar la confrontación con el momento presente, con la intención plenamente intelectual de interpretarlo sin ocultar lo que tal ejercicio conlleva de emocional. Un guión íntimo, confeccionado a partir de un archivo de objetos, sonidos e imágenes, que, como sucede con las películas-guía de Chantal Akerman, transforman la pantalla en su propia piel. En este caso, tatuada con una naturaleza perfecta, inabarcable, luminosa, tan solo alterada en los tres fragmentos que componen la composición. Entonces, el tríptico de Xisela Franco se va tornando parapeto, velo, foso, abrazo. Escenario y espejo. Cada una de las imágenes transmite una suerte de goce del vacío, también de profundidad, de banalidad, y monótono en la lentitud de su ritmo, pausado, de planos largos en los que el durante incide y construye, define, el proceso. El flujo del tiempo se fragmenta en tres instantáneas o lienzos, en una relación inmediata con las artes visuales que, sin embargo, se distancia a continuación en los espacios de los márgenes, reservados para recursos, ensayos o errores, evidenciando la distinción entre la reproducción tecnológica y la experiencia de lo real. La autora construye imágenes que evocan un monitor en estado de suspensión, intuyendo frente a esa pausa una estrategia de introspección para sumergirnos en ese relato privado y complejo acerca de la crianza. Podríamos decir que la artista presenta una imagen perfecta para experimentar una maravillosa imperfección, en una suerte de frontón emocional.
Este es un proyecto fundamental en la búsqueda emprendida por Xisela Franco para situarse en los márgenes de los procesos creativos y expositivos que acompañan al cine y al arte, a través de una cuestión tan compleja como es el tratamiento y representación del tiempo. Enmarcada en las reflexiones del nacimiento de su hija, en la evolución de su aprendizaje, este intervalo es el adecuado para sorprendernos en la fascinación que despierta lo que tenemos más próximo. Un viaje emocional y poético a través de interferencias personales y creativas, que documentan simultáneamente el entorno interior y exterior de la artista: modos de estar en el mundo, de observarlo, documentarlo e interpretarlo. Tiempo, lugar y acción en la problemática de la vida.
Chus Martínez Domínguez