CONVERSACIÓN (extracto): Nicolás Combarro + Agar Ledo
Agar Ledo: “Tu investigación sobre la ciudad de Vigo comenzó como una reflexión sobre “la casa” como unidad básica de habitabilidad. Ese registro fotográfico de casas de Vigo [parte de un archivo de imágenes que vienes conformando desde hace años] se muestra en la exposición como documentación relativa al proceso. ¿Qué papel juega esa catalogación obsesiva de estructuras en el desarrollo de tu trabajo?
Nicolás Combarro: Desde el principio utilizo la fotografía como documento. Por una parte realizo la fotografía que considero ‘obra’, cuando registro acciones que hago en el espacio y no puedo trasladar el espacio modificado a la sala de exposiciones. Por otro lado, hay una labor continua, casi obsesiva, de documentación de una realidad que me rodea o nos rodea. Esa realidad objetiva al final la subjetivizo, porque hay una serie de estructuras que veo que se repiten, y que me llaman la atención por razones que a veces desconozco. El hecho de trabajar sobre la casa tiene una razón de ser, pero también hay otro tipo de construcciones como montículos, paredes tapiadas o demás, que me van excitando intelectual o sensorialmente a través de la percepción, y las voy registrando en los viajes que realizo a cualquier lugar. A medida que voy haciendo ese registro se van configurando una serie de parámetros, convirtiendo al final la estructura en un modelo. Por lo tanto, primero hago una acumulación de material hasta que llego al modelo, y desde el modelo vuelvo a la serie, de manera que intento compartir con el espectador esa sensación de que da igual a dónde mires o da igual a dónde vayas, que hay una serie de estructuras que se repiten siempre, y ya dejar al espectador que él mismo haga esa reflexión del por qué se repiten, cuál puede ser la función… Adquieren en sí una estética propia.
A: De hecho, al formalizar esas imágenes de estructuras denostadas, representantes del ‘feísmo’, en pequeños desplegables, les estás confiriendo cierto estatus. Existen, las haces visibles.
N: En el hecho fotográfico, y para cualquier artista, hay un estética, una búsqueda de la belleza a la hora de componer, a la hora de trabajar. El hecho de fijar la atención y de fotografiar de una determinada manera o con una determinada intención una estructura, al final la dignifica, y creo que extrae la belleza que contiene, que existe en ella. Todos nos hemos fijado en esas paredes tapiadas, en esas traseras descubiertas de edificios, pero normalmente les damos un carácter negativo y creo que es interesante valorarlas tal y como son. Es como esa paradoja sobre el feísmo que, con los años y con mucho trabajo sobre él, se ha convertido en una forma de estética.
A: Poco a poco, la investigación se va abriendo hacia el conjunto de la ciudad. Ese recorrido que has realizado para redescubrir Vigo se muestra formalizado en un vídeo que nos aporta información sobre la temporalidad del proceso.
N: Cuando aparto la vista de lo íntimo y la vuelvo hacia la ciudad, pienso en llegar a una conclusión de todo el proceso. Esa obra final es la Obra negra, lo que contiene toda la emoción de esa ciudad como símbolo. Durante el proceso hay una parte en la que juegan la experiencia y el tiempo, que no se puede representar. El vídeo me permite transmitir esa experiencia en el recorrido, y registrar de alguna manera los cambios que se han producido en Vigo, esa variable temporal. En estos momentos se están realizando transformaciones que, paradójicamente, no inciden en la estructura básica de las construcciones, sino en cambios de materiales viejos por materiales nuevos. Sucede constantemente en las ciudades contemporáneas, se hace algo, se deshace, se vuelve a hacer, se vuelve a deshacer. El video, un loop de 26 minutos, me permitía registrar ese cambio, y lo he hecho intentando deshumanizarlo, es decir, quitándole el valor del vecino, que ya existe per se en el espacio.
A: Ese recorrido pretende hacer más presente la idea de ciudad y, sin embargo, también refuerza el protagonismo de un ‘modelo’ [recurriendo a tus palabras], una estructura que por sí misma representa todo, que es la Panificadora. En el espacio de exposición ubicas una escultura negra que se refiere a ese ‘modelo’ y que, además, sintetiza muchas otras preocupaciones y resume el significado del título de la exposición, Obra negra.
N: Mi obra siempre trabaja sobre un contexto social que existe y que es inevitable, si bien no hablo directamente de ello, está ahí [las construcciones, realizadas siempre por la mano del hombre, poseen un trasfondo social]. En Vigo me parecía muy importante aludir, por un lado, a ese pasado obrero que tiene, y la Panificadora me permite interpretar globalmente la ciudad, siempre fijándome en esa realidad postindustrial todavía presente. Esa estructura se ha convertido en el centro de una discusión conceptual y reivindicativa de la ciudad. Ya se ve en el vídeo, que empieza al lado del Ayuntamiento, el anti-símbolo, y llega hasta la Panificadora, que funciona como vértice. Al reivindicar esa estructura y al repensarla, me cuestiono de qué sirven los símbolos. Creo que sirven como fin, como utopía, como fuerza que puede promover una serie de cambios. En cuanto a la formalización, esa Obra negra que resume todo el proceso en el museo, es una escultura que parte de esa primera idea de casa, y que acaba metamorfoseándose adquiriendo esa organicidad que recuerda a los silos de la Panificadora. Si bien la estructura es muy abstracta, sí que es verdad que dentro de la estructura hay una metamorfosis y todo un proceso que queda. No es una mera representación, pues su valor no es testimonial sino escultórico.
A: El material con el que revistes la obra, el carbón, puede funcionar como metáfora de una realidad social, aunque funciona también como pigmento, como un no-color.
N: El carbón es un material con el que empecé a trabajar hace un par de años. Fue una evolución natural; pasé de la pintura acrílica en color a la pintura negra para fijarme más en la forma. Trabajando sobre la función del negro como forma, y como ausencia de color, llegué rápidamente al carbón. Posee un pasado, una memoria, ya que es un material que ha estado vivo y que en su proceso de transformación muere y se convierte en contenedor de energía. La propia fisicidad del carbón me interesaba mucho, es un material granuloso con volumen que al trabajarlo se puede moldear aportando tridimensionalidad, frente a la pintura que, a veces, funciona simplemente como mancha. Creo que el primer impacto visual, que es esta Obra negra, es un impacto abstracto en el cual tiene mucha presencia el material, con su olor, su ausencia de color. El carbón no refleja la luz y al absorber esa luz genera un vacío que provoca sensación de ausencia. Todo el mundo va a reconocer una forma, pero no se sabe muy bien qué es. Y desde ahí se descubre el vídeo, donde hay una reflexión más narrativa sobre la ciudad, y la documentación, que descubre otra parte del proceso”.
Vigo, octubre 2009