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Jean Picart Le Doux. Collage téxtil. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
Carlos Sobrino Buhigas. Pontevedra. Santa María desde A Caeira, 1929. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
G. Amat. Cartel Exposición Internacional. Barcelona. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
Walter Gilbert. Pantera cazando liebre. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
Marcel Bouraine. Arlequín sedente con pelota. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
Jaime Pacheco. Feria del Mar. Vista general del recinto, en el Berbés. Arquivo Fotográfico Pacheco. Concello de Vigo
Xosé Luís Otero. Atlas de soidade 1, 2019. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
Xosé Luís Otero. A colmea deshabitada 1, 2019. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
Xosé Luís Otero. Estética da destrución 1, 2019. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
Xosé Luís Otero. O silencio de Deus 1, 2019. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
Xosé Luís Otero. O Home Devorador 1, 2019. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño
Xosé Luís Otero A colmea deshabitada 2, 2019. Foto: cortesía MARCO Vigo/Enrique Touriño

XOSÉ LUÍS OTERO. Atlas de soledad [Ciclo METRÓPOLIS. Perspectiva urbana del arte gallego IV]

Ficha

Datas: 
14 xuño 2019 - 15 setembro 2019
Lugar: 
MARCO, salas de exposición de la 1ª planta
Horario: 
martes a sábados (festivos incluidos) de 11.00 a 14.30 y de 17.00 a 21.00, domingos, de 11.00 a 14.30
Produción: 
MARCO, Museo de Arte Contemporánea de Vigo


METRÓPOLIS. Perspectiva urbana del arte gallego


Con la muestra de Xosé Luís Otero, la serie de exposiciones METRÓPOLIS, comisariada por Rubén Martínez Alonso, llega a su cuarta etapa. Este ciclo nació con un doble objetivo: hacer un viaje al pasado, al Vigo de los años veinte, cuando se estrenó en la ciudad la película de Fritz Lang Metropolis; y al tiempo ofrecer una visión del panorama artístico gallego actual. El proyecto comprende una serie de exposiciones individuales, como visión del presente, y una parte común a todas las muestras, como referencia del pasado.

El proyecto está concebido en dos áreas claramente diferenciadas, tanto en el montaje como en contenidos, distribuidas en los espacios de la primera planta. La correspondiente al pasado está representada por unas salas en las que, a partir de la referencia u homenaje al film Metropolis, se procura recrear el ambiente de la ciudad de Vigo en esas décadas iniciales del siglo XX, mediante planos e imágenes de arquitectura vanguardista, fotografías y documentos de época, junto a mobiliario, objetos, vestuario y piezas decorativas de estilo art déco.

XOSÉ LUÍS OTERO. Atlas de soledad

La propuesta de Xosé Luís Otero para la cuarta etapa del ciclo METRÓPOLIS. Perspectiva urbana del arte gallego participa de las dos disciplinas clave en la formación y posterior trayectoria del artista: la pictórica y la escultórica. Así, en sus instalaciones, el paisaje, el género tradicional del que echa mano en la pintura protoabstracta de sus comienzos, va a cobrar una nueva dimensión, convertido ya en leitmotiv de un universo con dos polos: rural y urbano.

Cumpliendo una vez más con los propósitos del ciclo METRÓPOLIS, la exposición de Xosé Luís Otero incluye una selección de obras de nueva producción bajo el título Atlas de soledad, piezas todas ellas realizadas en los últimos meses específicamente para esta muestra y para este lugar, procurando así una contextualización del conjunto en función de las salas, dimensiones, iluminación y posibilidades de deambulación en el espacio, al tiempo que el material audiovisual acerca al público al proceso creativo.

A partir de la seriación —método de trabajo que a Otero le permite explorar todas las posibilidades de una misma idea, sublimar ese planteamiento que contribuya a enriquecer, que engrandezca una obra entendida como escogido conjunto— el artista logra confeccionar el paisajístico telón de su propia trayectoria vital.

INFORMACIÓN Y VISITAS GUIADAS

El personal de salas está disponible para cualquier consulta o información relativa a la exposición, además de las visitas guiadas habituales:

  • Todos los días a las 18.00 / Sábados y domingos a las 12.00
  • Visitas ‘a la carta’ para grupos, previa cita en los tel. 986 113900 / 986 113904

Texto curatorial


Xosé Luís Otero. Atlas de soledad

Renovador de un paisaje construido ahora a partir de recuerdos, fragmentos y desechos de enorme carga emocional y fuerza expresiva; la naturaleza devastada, la ciudad deshabitada como reflejo de la soledad del individuo.

Un paisaje redibujado, reestructurado, modificado y desnaturalizado, un proceso éste que logra convertirlo en concepto básico del mismo, en construcción mental. Un paisaje sin vida, imperturbable al paso del tiempo, erigiendo Otero, paradójicamente, una sólida estética de la destrucción, un auténtico Atlas de soledad.

El Hombre Devorador

Para Otero, la conducta antisocial y destructora es masculina. Es el Hombre Devorador, el ancestral depredador de la Madre Tierra, el salvaje violador del útero materno, la explosión del líquido amniótico, la incólume y victoriosa herencia atávica.

Un acto de incontrolable fuerza machista que comparte con la humanidad su origen, avanzando junto a ella. Una devastadora colonización del planeta que hace de éste víctima del crimen más extendido, tolerado e impune de todos cuantos se han cometido.

Entonces, ¿cadena perpetua o pena capital? Da lo mismo. Pues, ¿qué es el reo, el ser humano, sino un eterno condenado a muerte? Desequilibrio humano que, inexorablemente, logrará culminar su contumaz conquista, que no es otra que la de su propio exterminio.

El paisaje heredado y el nuevo paisaje

Uno. Somos herederos del veneno que tiñe unos ríos que mueren antes de llegar al mar. Las cenizas amenazan hoy con desbordar los vastos féretros que antes eran abundantes bosques. Figuras rotas en el paisaje humeante. Descomposición, desorden, caos. Entropía de estructuras abandonadas.

Dos. Umbral para el tránsito, puerta de entrada y vía de comunicación.

Tres. Conquista de una tridimensionalidad que fuerza su recorrido, que invita a la exploración y al viaje, imposibilitando la mera observación.

Y cuatro. Son los nuevos paisajes, construidos a partir de su propia destrucción. Curvas de nivel circunscritas en un lugar infinito, en el espacio absoluto. Paisajes interiores como sublimación de la dolorosa contemplación, de la experiencia estética.

Sanctasanctórum

Será su estudio, para el artista, el espacio más sagrado, el reservado, el coto de caza, el lugar donde germine todo lo recolectado extramuros, la gruta donde opere y asista a su propio milagro.

Ventanas altas y estrechas guardando celosamente la clausura del eremita, sumergido éste en una celda donde el aislamiento borra cualquier noción espaciotemporal. Y una melodía que sólo él puede oír. Atento entonces a sus latidos, el corazón golpea con fuerza clamando por salir, por abandonar de nuevo aquella ridícula caja torácica. Allí fuera, pero más dentro que nunca, está Aquello, el Todo, la Nada absoluta, la delicada sublimación y el instinto salvaje, la maternal caricia y el impacto mundano.

Poesía, música e íntima reflexión, las tres únicas compañeras de un viaje concebido como desarrollo creativo, dentro de un supremo proceso de investigación. Taller, almacén de lo material, de objetos y texturas; pero también, y sobre todo, de lo inmaterial, de las ideas y conceptos, que diariamente asaltan al artista. Fuente de inspiración. Instrumentos, en definitiva, de ese proceso, capaces de dar forma a un proyecto inicial, de convertirlo en la obra final.

El Aleph o la ilusión del tiempo y el espacio

Primera letra del alfabeto hebreo, la lengua sagrada, será el aleph —o álef— lo único pronunciado por Dios en el Sinaí. Simbólico y evocador título entonces el de un cuento, el diecisiete, que dará nombre al libro publicado en 1949. Pues no será sino dentro del universo borgiano donde nuestra referencia cobre sentido. Allí mismo, en el ángulo del sótano de una vieja casa bonaerense de la calle Garay, el personaje Borges descubre “uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos”, “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”.

Porque en eso consiste la depuración llevada a cabo por Otero en sus paisajes iniciales, aquellos lugares y momentos acotados que, sin duda, existieron, pero que, ya entonces, aspiraban a lo absoluto, a la idea, al concepto, al todo. Así lo refería el propio Borges en su Aleph: “En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo…”.

Do campo á cidade

El éxodo rural, la traumática experiencia sufrida por el artista durante la infancia, impregnará sus paisajes de un dramatismo de consustancial naturaleza. Dos universos, dos realidades tan próximas como alejadas, equidistantes de un individuo condenado al aislamiento, a la inherente soledad del alma.

Una atmósfera familiar, pues, la que logra recrear en su estudio, el lugar que es al mismo tiempo terreno neutral y campo de batalla, el espacio en el que conviven neonatos y desahuciados.

Destierro físico en metástasis, desgarrado lamento por lo irrecuperablemente perdido. Desesperanza. Exiliadas emociones que vuelven a sentir el viejo escalofrío. Espejismo con visos de pesadilla, ahora también en el interior de un perímetro urbano. El oxidado esqueleto. La silente y descarnada colmena deshabitada.

 

Rubén Martínez Alonso
Comisario de la exposición